

María Luisa Bastos Rostan
LA IGLESIA ES UN ARBOL
La Iglesia es un árbol, con una gran copa
sus ramas dispersas, casi no se tocan,
Algunas son verdes, con savia en sus venas
otras, están secas, se quiebran ¡qué pena!
Ya se ven retoños de vida y pujanza
de futuras ramas, segura esperanza
Las hojas dan techos a nidos de amor
que son los hogares de esfuerzo y labor
El árbol florece: candor y belleza,
son rostros de niños, futuro y pureza.
En el suelo vemos las ramas caídas
son las que se alejan, están confundidas…
Algunas de ellas a lo alto miran
se cubren de yemas, aún están vivas…
Son como el cristiano que no se interesa
pero, un día vuelve y su fe confiesa.
El tronco es robusto, no lo mueve el viento
de las tentaciones, ni los falsos cuentos.
ni crueles tormentas, penas, desalientos
pruebas, desacuerdos…Dios da el crecimiento.
Raíces añejas lo unen al suelo
son: la heroica historia de nuestros abuelos
y mártires hubo, su fe confesando
y junto a sus hijos, a Dios alabando.
El árbol da frutos, obras cotidianas.
Caerán las semillas junto a sus hermanas
y en la primavera , brotarán lozanas…
con el tiempo un bosque que verán mañana.
ESPIRITU SANTO, la savia bendita
recorre las ramas que otra vez palpitan.
El árbol no muere, La Iglesia está viva
mientras LA PALABRA sea llama votiva.
Nuestro compromiso: sembrar la semilla
con ella, el ejemplo de una fe sencilla
Dolores, 23 de octubre de 1994
María Luisa BASTOS ROSTAN